Por David Robinson Quispe Barraza
Una característica que siempre dificultó el
camino del hombre es que este siempre quiso, y querrá, controlar completamente
la naturaleza, prever todo es parte de su vida y de ello depende actualmente
casi toda su existencia. Esta característica afecta no solo al círculo de
intelectuales, científicos, o aficionados a la ciencia; también afecta al
campesino, al obrero, al técnico, al profesional. En suma, afecta al hombre
occidental y en cierta medida también al oriental.
Es curioso que este mismo afán que nos llevó a un gran desarrollo nos esté llevando
también a un gran deterioro, lo peor es
que muy pocos quieren ver y atender esta otra cara de la moneda y casi nadie a intentado ver siquiera
la existencia humana a través de cristales no científicos. Parece que la
mente está tan obnubilada que no se ha tomado el tiempo para reflexionar acerca
del circulo vicioso en el que ha caído; sin embargo, puede ser también que la mayoría sí se haya percatado
de esta situación; pero, como pasa siempre en el espíritu humano, el miedo a
destruir su castillo de naipes hace que su construcción continúe.
Me atrevería a decir, siguiendo una
intuición mía, que muy pocos grupos sociales escapan en cierto grado a esta
suerte, entre ellos los niños y los pueblos aborígenes que han tenido poco
contacto con la cultura de occidente. Cabe decir que en este trabajo no cometeré el error de
afirmar que esta característica es mala y perjudicial, pues tengo por cierto
que no lo es; y también, que sí lo es.
Para ser más claro quiero recordar que este ímpetu del hombre por
conocer y predecir todo con exactitud lo
ha llevado a grandes entendimientos, descubrimientos y creaciones beneficiosas
para toda la humanidad, tanto es así que paradójicamente este mismo afán lo
está llevando a admitir, poco a poco, la tesis contraria.
No diré que solo la ciencia nos está
llevando al entendimiento de que no es posible conocerlo todo; también ayuda a
esta comprensión, además de la filosofía y de la intuición, la desesperanza del
hombre con respecto a la ciencia misma, ya que es notorio que ella no
puede solucionar muchos problemas que
conciernen al hombre, entre ellos: la
crisis social, política y cultural en la que nos encontramos. En todo caso, el
fenómeno descrito, que nos sumerge en una especie de desconcierto en cuanto al
conocimiento, es complejo y obedece a diversos factores que no lograremos
entender con precisión.
En un inicio, guiado también por el impulso
de comprender la realización humana, creí que la mejor manera de abordarla era
a través de la comprensión del hombre, tenía la idea de que estudiando
profundamente todas las influencias que se ciernen sobre él lograría un entendimiento profundo e integral
de su ser. Entonces, me enfrasqué en el análisis de lo social en el hombre, de
lo individual, de lo histórico, de lo volitivo, etc, etc, etc. También tenía en
mente involucrar factores de orden ontológico (movimiento, unidad , pluralidad,
etc.) y también de orden ético (felicidad, placer, etc.).
Por último pensaba integrar todas estas
influencias y obtener así una especie de fórmula feliz que resolviera muchos de los problemas del humano en
general, el problema de la realización humana en particular y, sobre todo,
muchos de los problemas existenciales que me aquejan hasta hoy. Todo dio un
giro cuando me percaté de que con este procedimiento trataba de encontrar ,del modo como lo hace la ciencia, una especie
de regla general aplicable, en este caso, al hombre. No voy a negar que este proceder es fructífero,
al igual que lo es el proceder de la ciencia; nadie puede negar sus beneficios.
Sin embargo, como dije, hay una cuestión que se ha dejado de lado por mucho
tiempo, incluso en el campo científico.
Durante un
largo periodo en la historia se
ha tenido, y todavía se tiene, por implícito que el mundo, las cosas y el
hombre tienen cierta explicación; explicación que por ahora se considera oculta
en parte, pero que con el paso del tiempo y el avance del desarrollo
tecnológico saldrá a la luz. Además, se tiene el presupuesto de que el hombre
tiene la capacidad de hacerlo. Al parecer esto está ocurriendo. El desarrollo
científico y tecnológico, día a día, nos abre puertas a nuevos entendimientos;
solo que al explicar muchas más cosas dejamos de entender muchas otras; y a
veces uno se pregunta si nos estamos alejando o acercando a la explicación de
los fenómenos.
Es
curioso que, contranatura, tomemos como válido un único proceder para la
explicación de las cosas y dejemos de
lado muchos otros. Vaya contradicción, queremos hallar una explicación sin
tener en cuenta muchos aspectos del fenómeno que estudiamos, pero la
incertidumbre es aun mayor y aún queriendo y esforzándonos por incluir
meticulosamente cada uno de los aspectos que influencian en el fenómeno, por
alguna cuestión extraña del ser, del universo, del mundo, de una pequeña
partícula, no llegaremos a comprender absolutamente,
y con exactitud, ningún fenómeno; estamos condenados a ello.
De esto nos puede ilustrar mejor un
problema científico, el problema de los tres cuerpos. Este nos enseña que
podemos entender y predecir, con asombrosa exactitud, un fenómeno que tiene
solamente una influencia; es decir, solo
podemos comprender y predecir, casi con exactitud, un sistema que consta
únicamente de dos cuerpos; de los sistemas de tres cuerpos no podemos predecir
casi nada. Ahora bien, si observamos los
fenómenos de la naturaleza nos percataremos de que no existen sistemas de dos
cuerpos; estos solo son en el plano del ser pensado. Por lo tanto todas las
predicciones que se hacen en base a dos cuerpos, científicas o no científicas,
solo son aproximaciones. Contra esto se podría argumentar, en el plano científico,
que en la actualidad existen matemáticas más sofisticadas –por ejemplo la
matemática fractal- que nos permiten un mayor entendimiento que las matemáticas
clásicas; sin embargo, estás también solo nos brindan aproximaciones, quizá más
precisas, pero aproximaciones en fin.
A toda esta incertidumbre se añade la
relatividad de las mediciones, a modo de explicación podemos decir que una cosa
es medir en metros y otra muy distinta en centímetros, claro está que esto se
aprecia mejor al medir fenómenos complejos. Lo mismo ocurre con los diversos
tipos de matemáticas; existe relatividad entre sus mediciones.
Volviendo a nuestro tema, no me queda más
que precisar que el entendimiento del hombre pasa por estos mismos avatares,
así mismo la realización humana no es más que una generalidad. Por tanto,
pretender decir qué es la realización humana, al modo de una fórmula, es un
ejercicio casi vano.
A todo lo dicho, el panorama parece
sombrío, pero no lo es, pues es conocido que andamos mejor cuando reconocemos
nuestras dificultades.
Si tenemos en cuenta que la naturaleza es
un sistema relacionado, o por lo menos
complejo (sistemas de más de dos cuerpos), solo nos quedará admitir que
nunca podremos entender completamente todas sus relaciones y toda su
complejidad; tampoco lograremos comprender con precisión fenómenos “simples”
como el hombre o la realización humana; pues a pesar de todo lo que conocemos hasta
ahora, y de lo mucho que hemos investigado; tenemos que admitir, primero, que
no es posible abarcar la totalidad de factores de un fenómeno y segundo, que
hasta ahora, solo lo hemos “medido” con una única “medida”. Nos olvidamos de la
relatividad de las mediciones; nos olvidamos de que tenemos una única manera de
enfrentarnos a la naturaleza; nos olvidamos de que la naturaleza no se agota en
una única perspectiva.
Tal vez, después de todo, solo nos quede
volver al inicio para escuchar, por ejemplo, la voz de Genófanes y asumir, de
una vez y para siempre, el problema de la trascendencia; tal vez nuestra
condena a conocer pequeñas parcialidades del ser sea también nuestra mayor
ventaja. Pero, el caso es que esta “dificultad” está presente –también en
la realización humana- y solo nos queda
como consuelo la pregunta filosófica por excelencia: Por qué.
¿Por qué
la trascendencia se manifiesta en todos los campos del conocimiento?
¿Por qué nunca llegaremos a conocer completamente? A este respecto solo me
queda recurrir a lo que considero la raíz del problema: El problema del
conocimiento.
En conflictos como el de los campesinos
agricultores y la actividad minera, subyace una problemática; ¿A quién creer?,
¿Qué posición tomar?
Por un lado, los
empresarios, los medios de comunicación, que a ultranza, tratan de imponer su
posición escamoteando su modo platónico de ver el mundo con frases como “es lo
mejor para el país”, “es lo mejor para todos”. Por otro lado, Rafael Correa, el
ilustre presidente ecuatoriano, apoyando la posición antes expuesta;
deslumbrando, a propios y extraños, con el fulgor de su argumentación silogística;
incluso, sus acérrimos detractores (medios de comunicación), que, antes de,
criticaban y evitaban publicar sus declaraciones; Ahora, después de, por lo
menos por un pequeño lapso de tiempo, reproducen, y reproducen, mediáticamente,
–como quien utiliza el argumento ad verecundiam- su explicación acerca de este
tema.
Finalmente, del lado contrario, tenemos a los campesinos agricultores y muchos otros
habitantes de los pueblos afectados, que
defienden empeñosamente su visión intuitiva del mundo, su forma de vida. Tal
vez, al término de este conflicto, no les quede más que permitir la extracción
minera formal, pero lo cierto es que, de alguna manera, han invocado a un
Protágoras, que se hizo, y se hará escuchar, cada vez más fuerte, de ahora en
adelante.
Es demasiado evidente que en la naturaleza,
y sobretodo en la forma de conocer del hombre, se manifiesta la multiplicidad;
por ello las diversas concepciones del mundo; por ello las diversas maneras de
percibir un mismo acontecimiento, una misma situación, una misma cosa. En el
caso del conflicto minero; en casos simples de la vida cotidiana; se manifiesta
todo lo mencionado; pero, como anteriormente lo sostuve, en todo lo expuesto
aquí, subyace el problema del conocimiento.
A
decir de muchos filósofos, a decir mi convicción, el hombre es agente activo del conocimiento;
pero, ¿de qué modo lo es?; ¿será que el hombre solo hace interpretaciones que
nada tienen que ver con el referente?; ¿será que el hombre, en su forma de
conocer, capta una parcialidad del nóumeno, y añade otra parcialidad de su
interpretación?; ¿será que el fenómeno y el nóumeno, en el caso del hombre, son
una misma cosa, y que la acuñación de estos términos no sería otra cosa que
metafísica?; o… ¿será que el hombre solo conoce la realidad, y solo vive en la
realidad, y la realidad no es más que una interacción entre el hombre y la existencia, y no la existencia misma?
Si
admitimos la afirmación que se hace en esta última cuestión, además de resolver
el problema de la multiplicidad, llegaremos a la posible conclusión de que el
hombre vive, algo así, como inmerso en una especie de burbuja, que a su vez,
está inmersa en otra burbuja mayor. La burbuja mayor representaría al ser
total, la burbuja menor, la realidad del hombre. Pero lo más desconcertante; a
parte del conocimiento de que las burbujas están íntimamente relacionadas, y en
pleno movimiento y variación; es que no solo el hombre es agente del
conocimiento, sino que cada hombre lo es; además no solo se da la realidad del
hombre; no dejemos de lado la de los
animales, plantas, bacterias, etc.
Si esto es
así, y si efectivamente se dan varias realidades, no nos quedaría más
remedio que admitir los diversos puntos de vista, las diversas maneras de
vivir, las diversas formas de vida; pero admitir todo esto es, quizá sea
teóricamente un ejercicio no tan complejo; lo complicado vendría a ser vivir y
relacionarse de acuerdo a ello, pues tampoco en esto existe una fórmula que nos
señale cómo convivir.
En la actualidad, lamentablemente, se idolatra la creencia de que solo se da una
única realidad y muchas otras “interpretaciones aparentes”, que modernamente, y
eufemísticamente, se señalan con apelativos como “países del tercer mundo”
“pensamiento retrógrado” “formas atrasadas de vivir”.
Se
admite, implícitamente o explícitamente, que la mejor forma de vivir es
vivir de acuerdo a una sola concepción, por ejemplo, se cree que todo país,
para desarrollarse, tiene, necesariamente, que explotar cada yacimiento minero
que encuentre en su territorio; incluso cuando esto implique pasar por sobre un
pueblo, por sobre una cultura”. Muy en el fondo, se tiene la presunción de que todos debemos vivir de acuerdo a una
sola concepción, de acuerdo a sola realidad. Dan fe, de todo lo dicho,
fenómenos como la globalización, la “modernización”, etc.; pero, como arriba
mencioné, es propio de la naturaleza que la multiplicidad se manifieste en su
seno; y tal vez, eso sea lo mejor.
Enfatizar en la unidad, en desmedro de la
multiplicidad, fue el error que cometió Rafael Correa en su argumentación ; tal
vez, se me acuse de hacer exactamente lo
contrario; sin embargo, en lo escrito acerca del conocimiento, la trascendencia
y la multiplicidad -y a pesar de haber recurrido a Genófanes, Gorgias,
Protágoras y Platón- espero no se me mal
entienda, pues con todo lo dicho no he logrado decir todo lo que quise; además
este trabajo, más que otros, sufre de lo mismo que denuncia… no hay fórmula que
dé cuenta exacta de un fenómeno, no hay fórmula que explique con exactitud la
realización humana.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario