Nuevos candidatos al TAFIDEP.
Esta es una buena noticia y en esta oportunidad es preciso darles el saludo y reflexionar sobre el significado que hasta aquí ha adquirido el TAFIDEP.
El sábado 28 de abril 2011, se ha realizado la reunión preparatoria de la creación del nuevo módulo del TAFIDEP-Lima. El sábado 11 de Junio se realizará la sesión de fundación.
Como en toda sesión preparatoria se trató de las inscripciones, Las palabras de Bienvenida a cargo del Asesor, la historia del TAFIDEP a cargo del Coordinador Julio Ventura, la manifestación personal de cada postulante, la presentación del plan de estudios y la primera sesión general de orientación sobre los grandes problemas de la Filosofía. Al término de la sesión se dio los tres primeros encargos de ponencias sobre: 1. ¿Hicieron filosofía los hombres primitivos? 2. ¿Cual es la tradición filosófica anterior a la occidental?- 2.1. Esta cuestión está distribuida en varias partes por lo que el encargo se ha designado a dos miembros. El primero resolverá esta pregunta: ¿Cómo se configura la tradición filosófica de la Mesopotamia antigua? 2.2 ¿Cómo se configura la filosofía en la india antigua?
Para el sábado 11 de Junio, la agenda es como sigue:
1. Ratificación de los inscritos en el módulo 2011 y admisión.
2. Luego de la admisión cada miembro nuevo intervendrá brevemente y sintetizará en una que comprenda su propuesta de compromiso personal en el camino y propósitos de nuestra institución. Esta frase muy breve, la deberá repetir siempre al firmar cualquiera de sus producciones en el TAFIDEP. Es, lo que denominamos “la palabra dada”: el pilar del reglamento que se impone para sí y ofrece al resto el nuevo participante y por tanto la razón formativa que en adelante le será exigible.
3. Disertación acerca del método: Por ser primera sesión académica se explicarán los procedimientos internos de discusión.
4. Tema I: ponencia- discusión – síntesis / Tema II / tema III. Si en el tiempo previsto no se puede realizar los tres temas, se reprogramarán los que no fueron discutidos.
QUEDAN INVITADOS A REINICIAR LOS ESTUDIOS QUIENES NO PUDIERON PROSEGUIR EN LOS MÓDULOS ANTERIORES.
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SOMOS UNA COMUNIDAD DE PENSANTES LIBRES.
(Disertación de bienvenida)
Lo que sin duda define a los seres humanos es su capacidad de decisión, la auto-conducción. Y es esto lo que podemos prometer cuando formamos parte de una comunidad de pensantes que aspiran por lo menos una cosa: la libertad. Lo que a la vez nos permite entendernos en un lenguaje propio, del que aquí trataremos como el “lenguaje de los humanos libres”, QUE ES EL QUE PRETENDEMOS COMO PRIMERA CONDICION CONTRATAR EN EL TAFIDEP.
La auto conducción es una evidencia una condición primaria de nuestra personalidad, pero encierra dentro de sí aspectos conscientes simultáneos como por ejemplo el conocimiento mínimo de su entorno cósmico y personal, el grado de integración alcanzado en el mundo circundante, la comprensión del modo de pensar de los que han resultado amigos y los discrepantes, los intereses que nos motivan, los propósitos tras los que orientamos nuestras acciones, las expectativas que tienen los demás sobre nuestra persona y las expectativas que tenemos de los demás, y una serie de otros factores que se sintetizan en cada acto de nuestra vida, cuando decidimos una u otra dirección de nuestra actividad. Sin embargo, todas estas condiciones son dinámicas, es decir, no son cualidades hechas para siempre sino que cada cual se procesa con las demás circunstancias. De modo que sin perder la unidad y continuidad en nuestras vidas cada vez nos hacemos distintos a un pasado con aciertos y desaciertos con ritmos diferentes en nuestra realización.
La auto conducción de la que hablamos es lo que expresa el grado de nuestra madurez, el nivel al que ha llegado nuestra realización. En esto remarcamos una opinión escuchada de un nuevo candidato “queremos nuestra formación integral”, Desde la primera reflexión le podemos añadir que esa aspiración tiene un sentido aun más intenso en términos de plenitud (y nada menos, aunque sólo se llegue cada vez a un grado de consecución) porque la grandeza y miseria del ser humano es ser capaz de conocer y aspirar la trascendencia es decir la realización humana más allá de los límites que se hacen de hecho evidentes y frustrantes en cierto modo cuanto más, en tanto que mayor sea el alcance de nuestras comprensiones y ambiciones.
Nos definimos personas, cuando somos capaces de responder de nuestros actos frente a los demás, y justamente allí es donde podemos considerar que las decisiones tomadas no se dieron en una fosa vacua, sino en una realidad plena de otros, Plana de confianzas y grandezas que nos brindan aquellos y a la vez que nos conducen nos exigen. La responsabilidad es el factor que nos hace partes de un todo llamado sociedad. De modo que no es posible un desarrollo real de la persona fuera del entorno social, que también es deviniente, es decir cambiante a la vez continuo, y en cuanto acumula experiencia aprovechada de sus aciertos y perfilada con la corrección de sus errores, tiene un grado de perfección siempre posible que cuando en esa dirección se avanza recibe el nombre de progreso.
Nuestra comprensión del mundo, la autoconciencia personal-social la posibilidad de autonomía en nuestras decisiones la integración en el sentimiento de nuestro pueblo, la percepción de sus manifestaciones simbólicas, es lo que hace nuestra identidad.
Somos hoy, aquí dentro de una colectividad y somos cambiantes “in fieri” (como calificaron los escolásticos esta sorprendente condición de ser ahora, dejando de ser y llegando a ser. “in fieri” significa “en ser siendo” o también “en haciéndose”: expresión latina que de algún modo puede ser un auxilio para la difícil tarea de decir lo que nos esforzamos en expresar). Nuestra identidad es muy rica y cargada de maravillosas fuerzas que hacen de nosotros lo que somos. Tenemos una identidad “in fieri” y sólo sobre esta base se puede uno auto conducir. En consecuencia todo lo que daña o limita nuestra capacidad de una auto comprensión cabal del todo y nuestra función como parte, condicionará un desenvolvimiento de conducción ajena un dejar de ser nosotros mismos. Lo que se ha venido a entender como “alienación” (de “alienum” que significa “ajeno” ser nosotros mismos pero ajenos a nuestras propias decisiones es lo que da como resultado esta problemática figura de la alienación).
Por otra parte, no estamos solos en el mundo. Es más, la soledad es percibida siempre como una condena. De otro modo las cárceles, los confinamientos o el ostracismo no habrían constituido amenaza o castigos. Y nuestras decisiones no siempre son las que son aceptadas o seguidas. Para ello se requiere habernos hecho multitud, sentir y pensar con las necesidades y proyectos de la multitud y esta identidad más compleja nos pondría en una responsabilidad mayor pero en un nivel de mayor realización sin duda. No obstante en la grandeza y miseria que hacen matrimonio en la condición humana, la auto conducción lidiará con las múltiples aristas que presenta la amenazante alienación. No cabe sino cualquiera de estas alternativas: o decidimos apartándonos pero sólo por acierto nos integraríamos al conjunto, por lo general esta opción implica jugarnos una probabilidad de terminar excluidos. O decidimos siguiendo al conjunto ahogando nuestra propia palabra, pero esto constituye la más alta traición frente a la confianza con la cual el resto se dirige a nosotros esperando nuestro singular aporte y en consecuencia queriendo ser mejor, resultamos lo peor. La tercera posibilidad es que sepamos asumir la alienación no siempre como degradación sino en su aspecto contrario como factor de realización. Asumiendo el papel que se nos asigna en la sociedad aportar decisiones (sabiendo que esto es alienar al resto peor como una necesidad de un “más ser”) y asumir las opiniones no previstas por nosotros desde el ángulo limitado que por fuerza nos permite ver el mundo. Y esta aceptación comienza por una voluntad de tolerancia y sigue por una nueva decisión de ser parte crítica en el todo. Entonces ser también “el otro” sin dejar o renunciar a ser uno mismo, es superar el egoísmo asfixiante y aniquilador que es herencia del que teme a la alienación y no la instrumentaliza desde su cara creativa. La alienación tiene su opuesto que es la integración que es justamente lo que acabamos de describir. Y una formación integral es la consecuencia de sentirse plenamente uno decidiendo formar parte de un proceso infinito donde superando las limitaciones del pequeño mundo el individuo adquiere la plenitud.
La auto conducción que es la condición que nos delata frente al universo como “humanos”, es entonces autoconciencia de sí y auto decisión. Lo que constituye la identidad. En el siguiente argumento trataremos de otro aspecto más: la autenticidad que es el mayor tesoro que podamos dar a los demás pero primero poseer.
La autenticidad es lo primero que podamos presumir de cualquier cosa y de cualquier persona. Es aquello que estamos invitados o impelidos a preguntarnos ¿qué es?, rebasando las apariencias. Y cuando logramos darnos una primera respuesta no quedamos contentos y seguimos formulando interminables preguntas como ¿Qué es lo que posee aquello?, porqué esto y por qué aquello. La sed insaciable de saber que frente a las cosas genera la ciencia y la técnica, y frente a las personas la confianza o desconfianza y la amistad.
Esta tarea de preguntarnos sobre el ser de quien es o que es “lo otro”, propio del pensamiento occidental, que desde muy temprana edad cometió el pecado original de producir dualismo (es decir partir en dos y separar los distintos) a diferencia del pensamiento oriental (e incluido el andino) que puede ser llamado ingenuo pero mucho más profundo de considerar los distintos en el todo, es pues una tarea de por sí y en realidad mucho más fácil que preguntarnos por el “quien” o “qué” somos nosotros los actores de la pregunta nuestro ser en sí y además consciente de ser ese “en si”. (Lo que los griegos expresaban con un sustantivo de los más problemáticos “autón” pero cuyo significado proviene de otra palabra parecía “Autés” que significaba testigo)
Ser testigo se sí (de “sí mismo”, pleonasmo que se permite por la dificultad que encierra tal concepto), en primer lugar exige un punto de partida y no una conclusión que requiera de consideraciones previas. Es como la expresión corporal de un niño que atiende nuestro llamado cuando decimos “Daniel” que sin miramientos de los que pudiera tener un adulto recorrido, sale de pronto denudo a los ojos del público y en esa inocencia resuelve nuestro complicado problema si nos dice “Yo soy Daniel” (él nos rebasa totalmente en saber quien es Daniel, aunque en adelante ninguno de nosotros podría atestiguar mucho de quien es aquel, que nos atrevimos a convocar con la magia de la palabra “Daniel”). Y cuando nuestra autoconciencia adquiere la certeza plena de existir y ser con toda su historia asumida y se muestra como la inocencia de Daniel al mundo entero, eso es lo que llamamos AUTENTICIDAD.
La autenticidad es exigible de cada uno y el acuerdo con los otros, asumiendo como condición previa una especial manera de conocer su entorno y la capacidad para poder comunicarse creativamente y compartir no solo la vida sino sus pensamientos, en la búsqueda de ´un más ser´ o progreso. Es por eso, que cuando se formó el primer módulo del TAFIDEP, ante la sugerencia de poner un reglamento que nos obligase, discutimos si era necesario más allá de una palabra dada.
La palabra dada es una de las más poderosas reglas si quien la da, alcanzó la autoconciencia de su identidad y cuando se expresa es auténtico.
Es en este camino nuevo que decidimos participar, que surge la mayor de las exigencias ser “uno mismo” y ser también el “ser del otro”, sin preocuparnos el grado de amistad o enemistad que pudiese generar la natural deficiente comprensión de quienes no se han asomado a nuestra comunidad de “humanos libres” que hallan en el TAFIDEP un espacio para esa realización.
Por eso al cabo de un tiempo, el optimismo y la laboriosidad de nuestros amigos, es notoria, tanto como la seguridad que alcanzan, el despliegue infinito de sus preguntas y respuestas concatenadas, y el recíproco respeto. Al punto que no nos contenta más el aplauso ni nos humilla las maledicencias de nuestros detractores, quienes en conjunto yerran probablemente por falta de información, unos sobre nuestras deficiencias y por eso nos aplauden y felicitan y los otros porque desconocen nuestras virtudes, convicciones y logros en esta dura tarea del “mas ser”. Es por eso que sin despreciar ninguna de las dos expresiones a menudo engañosas, tomaremos las felicitaciones como metas a alcanzar y las detracciones como llamado a desterrar y eliminar nuestras deficiencias, finalmente agradeceremos siempre a unos y a toros, privilegiando a los que nos denigran o condenan por la energía positiva que desatan en nuestra decisión incluso de superarlos en un arranque poco virtuoso de venganza.
Tanto la conciencia como el ejercicio de nuestras opciones, se sintetizan de forma continua, novedosa, en perpetuo flujo, integrando lo pasado y las expectativas a futuro y esta conjunción es lo que hace el presente. No habría necesidad de conocer ni decidir si todo estuviese ya realizado. Somos humanos porque nos damos cuenta de la riqueza y posibilidades de nuestra realidad y la precariedad de nuestros logros.
Pero, en el camino nuestras propias creaciones nos condicionan, nos limitan y muchas veces nos obligan. Esta necesaria pero indeseada situación somete a unos y cuestiona a otros.
Quien cae sometido por las circunstancias, pierde el ejercicio de su principal carácter que llamamos libertad. Ser libre, significa volver sobre nuestra condición fundamental, asumir los logros alcanzados y cuestionar lo que impide nuestro progreso para luego organizarnos y superar las limitaciones. Por eso en el TAFIDEP, combatimos el dogmatismo, la veleidad de creerse mejor que el otro, la dejadez que nos priva de sus dudas y no pregunta, y veneramos al opositor que nos permite avanzar mucho más que lo que nos permite un halago del amigo. Honramos la discrepancia y exigimos la mas plena expresión y afirmación del pensamiento exigiendo siempre fundamentos, y respeto a nuestro derecho de discrepar y optar en distinto. Esto por supuesto no significa la descarriada costumbre de aquel que por figure ismo se pregunta “¿Qué es el acuerdo al que se va a llegar para oponerme?” y por eso reclamamos respeto y tolerancia.
Nunca se tolera lo que nos favorece ni se acepta lo que nos daña, esto sería inmoral. Se tolera lo que nos daña pero se fija un límite. En sentido estricto tolerar es decidir soportar el mal, no aceptarlo porque ello sería vileza y por tanto no es el que es tolerado el que puede autorizar el límite sino el tolerante, de allí que la tolerancia tenga grados o condiciones. La tolerancia en el TAFIDEP es didáctica en cierto modo, porque soportamos el error como deficiencia de conocimiento vencible, muy distinto al engaño que implica conciencia de la falsedad y consentimiento en su presencia, soportamos en el mas amplio margen las diferencias por condicionamiento cultural, los intereses traídos de la historia familiar o regional, las ambiciones que pudieran opacar el desarrollo de los demás, pero con advertencia clara de nuestras valoraciones de modo que sin culpa el otro dañe o subvalore al resto. El respeto y la tolerancia son características que siempre hemos de cultivar.
Entonces, podemos ya decir la experiencia reiterada de saber que los que un día confluimos en el TAFIDEP, actuamos como si nos conociéramos desde hace mucho tiempo, pues cuando hubimos comprendido que la actividad de pensar es decisiva en la vida de todos los hombres y mujeres del mundo, cuando hubimos decidido, examinar el pensamiento producido en los tiempos anteriores, las explicaciones del mundo con sus consecuencias en las convicciones humanas que han llevado a establecer formas de organización social, regulación, control, y otros innumerables aspectos, que se justifican por su "racionalidad", cuando hubimos encontrado el espacio y oportunidad para asociarnos y repensar el mundo nos hicimos candidatos a formar parte del TAFIDEP, como comunidad de pensantes libres.
La libertad no es entendida por nosotros como espontaneidad sino como Responsabilidad.
Precisamente, porque hemos constatado que más son los pre-juicios y mensajes inconsistentes los que guían y persuaden a nuestros amigos y enemigos, cuando hemos visto que al momento de preguntarnos por el sentido profundo de lo que hacemos, brota la relatividad de muchas seguridades, la incompletud de sus fundamentos, justo en esos límites ha surgido la duda de si somos auténticos o por lo contrario, somos meras piezas de quienes con nosotros manejan el mundo.
El dejarse llevar por los acontecimientos, las creencias comunes, o las invitaciones del medio, es lo que constituye el espontaneísmo. Se hace entonces evidente que no hay peor cadena que el espontaneísmo.
Decidir luego de un examen crítico y por convicción lograda, es lo que nos autentifica, lo que nos permite ser libres. Pero al conquistar nuestra presencia libre frente a otro surge la exigencia de con-vivir y con-padecer con aquel. La simple consideración de semejanza o igualdad frente al otro, nos pone en el riesgo de negar nuestra libertad negándosela.
La vieja sabiduría cobra validez entera cuando ponemos como principio el exigir del otro sólo lo que nos exigimos frente a él y prometerle aceptar las exigencias que él primeramente se las exige hacia nosotros.
Es lo que llamamos RESPONDER en el má puro sentido de una actitud de convivencia. Responder con anticipación de cualquier posibilidad de lesión. Ser libre por tanto implica ser responsables Como seres libres encontramos acuerdos y exigencias que debemos respetar mutuamente y allí surge un elemento trascendente que es el DEBER SER porque tanto uno como el otro no decidimos nuestra existencia sino que empezamos a decidir luego de existir.
Hay una necesidad ontológica tanto en la comprensión de lo que somos y las decisiones de las que somos capaces. Luego de acuerdo a las posibilidades de las consecuencias que acarrean nuestros actos es que definimos un ´deber ser´ sobre el cual somos libres es decir, como responsables.
Somos un grupo que lucha en el cultivo de la verdad.
El ámbito de la espontaneidad, es el terreno donde los que manipulan el derecho y la política, subvaloran la verdad porque les resulta más efectiva una creencia aunque sea falsa, si esta reporta ganancias o réditos de fama. Esta conducta que por la práctica eficaz desecha la verdad es lo que constituye el PRAGMATISMO, cuya raíz se halla tanto en el individualismo relativista (en cuanta supremacía de capricho personal sobre el conjunto) como en el oportunismo (de utilizar la verdad sólo cuando le reporte ventajas).
En el TAFIDEP todo el quehacer gira en torno a la verificación de nuestras convicciones, al desenmascaramiento de los prejuicios, en la conquista paciente de la verdad.
La verdad es el criterio, la convicción, que nos garantiza el decir y el hacer pero no es algo ya realizado sino una confrontación continua creciente de lo que es real con lo que pensamos y de lo que pensamos con la realidad. La verdad es dinámica, por cuanto la adecuación de nuestro entendimiento crece y se complica al mismo ritmo que cambia y complica todo lo que entendemos de la realidad.
No entendemos la verdad como mero saber especulativo sino como una identidad lograda.
La verdad como saber especulativo sin compromiso ni responsabilidad, es el saber de los oportunistas y de doble moral. Es posible que el TAFIDEP pueda en algún momento producir semejantes actitudes por quienes puedan encontrar una fuente de saber y luego no asumir el compromiso integral que exige nuestros principios, pero eso, si esto fuera inevitable debe servirnos de alerta cada vez que pongamos nuestra discusión en ejercicio.
La Verdad integralmente entendida, no admite que por principio racional defendamos o deploremos algo si en la vida cotidiana hacemos lo contrario de lo que declaramos.
Nuestra comunidad avanza cultivando un método propio.
La garantía de nuestro avance se da en la observancia de un método probado y mejorado. Por así decir, adquirimos ciertas tradiciones cuyo sentido requiere de especiales explicarnos, como la secuencia numérica de nuestras sesiones, la necesidad de las actas, El período de candidatos para luego el compromiso, La única regla que es la PALABRA DADA, el orden de nuestras reuniones, las fases de la misma, la rueda de conclusiones, La designación de ponencias, Las Jornadas Institucionales anuales. etc. Algo de lo que llamamos Filosofía en cuanto UN MODO DE VIVIR.
La base de nuestro método es la crítica.
Creo que nuestro encuentro si es el auténtico encuentro en el camino para seguir caminando debió sin duda empezar del día en que nos dijimos ¿que tal si todo aquello en que creemos es falso? y luego nos decidimos a compartir nuestras dudas y convicciones, a examinar el pensamiento humano ya construido y referirlo a los cuestionamientos actuales. Es decir que todo el método nuestro parte de lo que denominamos crítica: la capacidad de dudar, de entender, preguntar, contrastar, debatir, contradecir... etc.
Por tanto en el TAFIDEP no se aprende filosofía de información o peor aún de repetición, al modo en que haya un maestro que se supone que por su alta comprensión y sabiduría enseñe dogmas o teorías. En el TAFIDEP no se aprende sino que se crea filosofía, se elaboran argumentos filosóficos, se debaten opiniones antiguas y nuevas con la sola autoridad que de nacimiento tiene cualquier pensarte y mucho más los que han decidido asociarse como pensantes libres.
Al momento de formular una pregunta, ponemos en torno de la mesa a los filósofos de toda la antigüedad arcaica o reciente, vivos y muertos como a los posibles filósofos por nacer. No es la autoridad del pensante sino la razón en juego lo que nos lleva a concluir en certezas o convicciones. Una vez planteada la pregunta todos ejercemos el democrático derecho a discernir poniendo al Frente ante la igualdad que nos da la exigencia de verdad, tanto al viejo Sócrates ya convertido en polvo como al futuro Sócrates que se está fabricando hoy en el desarrollo de alguna molécula proteica germinal. En esto se diferencia el quehacer en nuestro espacio de otro talleres o círculos donde la soberbia que invade a los que menosprecian y descalifican del quehacer filosófico no es mas que la vacía prosopopeya de los que consideran la filosofía como patrimonio de una elite, a menudo nada comprometida con las esperanzas y vicisitudes de los mortales.
Hacemos filosofía antes que aprenderla ya hecha. En esto radica diferencia entre las academias o los estudios universitarios que pueden hacer algo semejante pero su finalidad es llegar a ostentar un diploma que los acredite como filósofos profesionales.
*Somos un grupo consciente de la obligación de ser extraordinarios.
Lo que hacemos en el TAFIDEP, no es algo que pueda sustituir las grandes creaciones. Solamente pretendemos, en la medida de nuestras posibilidades escalar en la comprensión del mundo, en la comprensión del cosmos, el hombre y su presencia en el mundo su trascendencia afirmada o negada, tanto como el explicarnos hasta donde podamos, el conocimiento mismo, en sus diversas formas míticas, asistemáticas, intuitivas como también formales y científicas. Abrimos las puertas para dirigirnos a un camino sin límites hacia cualquier problema que pueda ser planteado.
Todo el mundo hace lo mismo pero en forma limitada o circunstancias, y eso es lo ordinario.
Hacer algo extra- a lo ordinario, ponerle un “plus” a lo que rutinariamente hacemos, eso es lo que denominamos extraordinario y es lo que debe formar parte de la conciencia de cualquier miembro del TAFIDEP. Lo cual no nos ubica en posición de soberbia o petulancias de hecho totalmente estériles frente a la riqueza de la modestia de quienes estamos dispuestos a discernir y proponer soluciones.
Bienvenidos pues, los nuevos candidatos.
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